sábado, 5 de noviembre de 2011

JOAQUIN EDWARDS BELLO

Homenaje a un Latinoamericano nacido en Chile
Por Luis Alberto Terroba

En una nota del domingo 13 de octubre de 1996, sobre grandes escritores, el  Diario Chañarcillo definía a Joaquín Edwards Bello como “espíritu inquieto, apasionado, contradictorio. En mucho se asemejaba a ese viento impetuoso y travieso de la ciudad de Valparaíso que lo vio nacer”. Lo que podríamos decir un hombre que amó y reflejó al espíritu de la tierra en que nació. Seguramente fue quien fue, justamente, por ser sin renegar, un amante de su tierra, sentimiento que incluye la alabanza como la crítica para construir algo mayor y mejor. Única forma que permite, como le permitió a Edwards Bello, hallar tesoros más allá de la frontera.
Si Gabriela Mistral, otra gran americana, le llamó “Hijo reprendedor de su patria”, dio la certera definición de aquel que hizo una crítica mordaz de un sector pacato de la sociedad. Se puede decir que Edwards Bello fue el Jauretche chileno como se puede afirmar que Jauretche fue el Edwards Bello de Argentina. A ambos, esa pasión por su tierra, no los limitó para reflejar ese mismo sentimiento por la Patria Latinoamericana. Si Joaquín Edwads Bello pintó en su extensa obra su sociedad chlena natal, con un agudo sentido crítico constructivo, Jauretche con igual sarcasmo pinto su sociedad argentina natal en las profundas obras “El medio pelo en la sociedad Argentina”, “Manual de Zonceras”, “Los Profetas del Ocio y la yapa”, entre muchos otras. Prolíficos y críticos en sus países, no fueron a su vez, “aldeanos”, sino que pintaron magistralmente sus propias aldeas, vinculadas al destino Nacional de Latinoamérica. Igual comparación podríamos hacer con el peruanísimo González Prada, el paraguayo Roa Bastos, el uruguayo Luis Alberto de Herrera y con todos y cada uno de los países de la Comunidad Nacional.
No podemos hablar en este corto espacio de la inmensa obra de Edwards Bello y sus connotaciones. Si toda su obra nos compete a los latinoamericanos, hay una en particular, que nos compete en grado sumo. Se trata de su libro: “Nacionalismo Continental”.
Estudiar esta obra en particular de Edwards Bello, obliga a situarse en la perspectiva de los hombres de la primera mitad del s. XX en Latinoamérica, desde Manuel Gálvez a Vasconcelos; de Yrigoyen a Haya de la Torre; de Sandino a Mariátegui; de Scalabrini Ortiz a Albizu Campos; de Ugarte a Recabarren; del general Perón al general Barrios; de Zapata a Blanco Fombona y la lista infinita de patriotas de Latinoamérica de todas las ideologías. No es casual que tanto Haya de la Torre como Perón, hayan sido “ugartianos” en sus concepciones. Pero esa “generación ampliada”, de unos cincuenta años, fue “visagra” entre el nacionalismo continental de los Libertadores, sepultado en 1830 y el resurgimiento de la concepción “nacional continental”. Como generación “visagra” partió de los bastiones regionales de lucha, desde las Patrias Chicas, a las que fuimos condenados temporalmente por aquella derrota, hacia y con una concepción de Patria Grande. Desde la lucha por “recuperar” la cultura, la política, la economía de los estados regionales, elevaron sus proclamas al nivel continental. Por contradicción a las oligarquías que balkanizaron la Nación y vendieron en parcelas los países, comenzaron la lucha por recuperar los países, ese territorio que les “marcaba” la realidad, que mantenía a los Pueblos como “prisioneros” de fronteras artificiales. Así, su visión fue, y no podía ser otra, que la visión de la realidad, como “puente local” hacia “la región”, hacia “el continente”. Su enorme mérito radica en que por el ocultamiento, correspondió a estos hombres el descubrimiento y exposición de la “ciudad oculta” y el comienzo de la demolición de los prejuicios, falsos como todo prejuicio, que se asentaban en una supuesta validez de las fronteras “inventadas” por Inglaterra y Francia, a costa del Pueblo y del asesinato o exilio de los líderes Latinoamericanos de la victoriosa Revolución de la Independencia contra España.
Cultura Regional en la Cultura Nacional
Su lucha política y cultural, ha sido el paso indispensable que ha permitido la búsqueda en la convicción de peruanos, bolivianos, argentinos, colombianos, chilenos, mexicanos, venezolanos, uruguayos, paraguayos, centroamericanos, caribeños, en el camino a la Unidad Nacional que nos de el nombre de “Latinoamericanos” a secas, que no reconocemos otras fronteras nacionales que las fijadas por los Libertadores como espacio vital, se refiera a la política, a la economía, a lo militar o a su cultura. Queremos todo lo largo y ancho de la Nación y todo lo profundo de la misma hasta las culturas ancestrales. Así Edwards Bello, constituye uno de los ejemplos del hombres que siendo profundamente chileno, merecerá en justicia el homenaje junto a todos sus compañeros de generación de los demás países, como Latinoamericano que abrió la picada por la que avanzará una Latinoamérica victoriosa.
Baste citar algunos párrafos que revelan a esta obra: “Nacionalismo Continental” como una obra de esencial presencia en todos los Institutos de NuestraAmérica: Actualmente, la libertad de las repúblicas iberoamericanas es hasta cierto punto una ficción”.
De ella diría la defensora del puertorriqueño Albizu Campos, Gabriela Mistral, en la Madrid de 1934: “El Continentalismo ha tenido en Edwards Bello uno de sus mejores propagandistas, y la conciencia chilena, en este sentido de la formación de nuestra sudamericaneidad, le debe mucho. Más de lo que él cree”.
Demuele Edwards Bello, sin piedad, con ese valor intelectual de los grandes hombres, ese valor superior al inocuo valor del boxeador para subir a un ring e infinitamente más peligroso, puesto que no enfrenta a un hombre sino a toda la violencia de la potencia imperial que llegó a despellejar a Albizu Campos, cuando muestra las cabezas vacías sin ofensas de la “intelligentzia vernácula” y de las “oligarquías esclavas y apátridas”, supuestamente cultas, al decir: “(…) el arte iberoamericano, sin raíces en las modalidades nacionales, carece de interés en ese continente – Europa- , por cuanto es opaco reflejo del arte de ellos. La imitación no puede interesar al que entrega el modelo. América no hace otra cosa que aplicar el papel calco a Europa; por esa razón estamos rebajados ante ella (…) Nuestra América ha tenido invariablemente la actitud de sometimiento ciego y servil a todo lo europeo (…) En esta condición de espejo hemos vivido, sin personalidad ni iniciativa. Por la manía de hacer todo como Europa, nos ha pasado lo que a esos niñitos acostumbrados a ir de la mano, y que, en cuanto quedan solos, se atolondran y tropiezan (…) Por ese espíritu invertebrado de imitación y ausencia de genios creadores, cunde el desprecio por nuestra América (…) En realidad, América no es un vergel insólito, el Edén, sino una nueva Europa empequeñecida, o, mejor dicho, una despensa o hacienda de Europa (…) El sur consiste en dieciocho repúblicas, divididas por postes fronterizos, aduanas y murallas Chinas de prejuicios. Superiores en riqueza, iguales casi en población a Estados Unidos, son la mano de obra del mundo (…) Nada aportan, fuera de materias primas a la industria; nada a la ciencia”.
El Hombre Nacional de un Pueblo
Sin dudas que despertó desde su aristocracia, a una conciencia nacional continental, que hundiéndose en lo popular se constituye en la convocatoria de finales del s. XX y obra a la orden del día en este s. XXI.
Es el patriota americano el que habla al decir: "Nunca he aspirado a ser patriota de banquete, excesivo patriota sospechoso al igual de los gestores de minas extranjeras; ni aspiro a ser patriota novísimo chileno, como esos judíos alemanes que traen su balanza y su letrero: 'Se compra oro'. Tengo derecho a ser patriota al revés de ellos, buscando la salud de esta patria, que llevo dentro de la sangre en cien cruces, la patria continental”. Reivindicando su ser familiar con le Pinto “que fue ayudante de Campo de Belgrano”, no puede ocultar su justo desprecio a los mercachifles que en el Cono Sur levantarían a los Rivadavia, Portales o Mitre: “Mantengo el derecho de expresarme del continente en otra forma... que el aventurero de la última hornada, aspirante a ser criollo y cuyo deber por eso mismo consiste en respetar otros fenómenos nacionales que no sean la compra de oro chileno y la venta de abalorios europeos".
Aún lo que podríamos considerar “sus errores”, no lo son, sino que más bien nos cuentan la montaña de ocultamientos que se descargó sobre nuestras verdades de la mano de los falsarios oligárquicos y los plumíferos a sueldo de Gran Bretaña y Francia, a los que se sumaría el “big stick” del dólar norteamericano.
El Intelectual en marcha por su tiempo
Señala correctamente: “Por cuanto, si no van juntas las armas y las letras, serán tan estériles los resultados de las unas, como de las otras". No podía conocer, como aún se desconoce, que nuestro más brillante escritor fue Bolívar, como bien lo demostró en aquel “Mi delirio sobre el Chimborazo”, y por eso no llegó a ver Edwards que armas y letras habían estado unidas Libertador Americano nacido en Venezuela y sus compañeros de lucha en el Continente. Monteagudo fue un excelente autor de teatro. Simplemente no eran tiempos de teatro. No se puede criticar esto a Edwards Bello, cuando aún se desconoce al máximo estadista, militar y político de la Unidad Nacional Latinoamericana y mártir de la misma, el Mariscal de Ayacucho, que Bolívar definiera como el “Impecable” y “enemigo de su gloria” reconociendo la superioridad del que sería su heredero tanto como de sus compadres: el Libertador del Sur y Protector del Perú, José de San Martín, el Director Supremo de Chile, Bernardo O’Higgins y el Protector de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas.
Por eso, lo que “hoy” podríamos considerar “errores”, no lo eran para aquellos hombres de principios del s. XX, que les tocó abrir la picada y cumplieron a carta cabal con las obligaciones de su generación. Su consideración de España como Madre Patria, fue el límite de esa generación. Brillantes Latinoamericanos como Jorge Abelardo Ramos o el general Perón, estuvieron acotados por esa realidad. No llegaron a estudiar aquellas verdades que nos llevan a la concepción de que España, ni siquiera fue una mala madrastra. Pero esa oculta Partida de Nacimiento, en la que está impreso el nombre de nuestra madre en la Cultura del Cosqo, y que los nombres de nuestros héroes son otros nombres, parte de los cuales la generación de Bello rescató, es algo a lo que se llegó, mucho después que estos insignes patriotas del s. XX, aún a riesgo de ser convertidos en “muertos civiles”, se hundieran para rescatar el oro americano, de las cloacas de la pseudo cultura dependiente. Así, no hicieron lo que no podían hacer y por esa razón, jamás será su error, aunque pudiera ser el nuestro si no nos prevenimos.
Edwards Bello, voz chilena de un lenguaje común
Así, nos expresa en su crítica al imperio británico: "El ferrocarril transandino, el más caro del mundo, es inglés. Al subir a un tranvía, al hablar por teléfono, al tomar el desayuno, al comprar en una tienda y al dar la luz, el chileno contribuye a la vida admirable de un capitalista inglés que toma su te o juega su polo en las Islas Británicas; contribuye a pagar el turismo de un yanqui o la vida agradable de un francés". ¿Qué diferencia hay en esta mirada con la del argentino Scalabrini Ortiz? Solo en los distintos matices en la descripción del robo. Scalabrini describe además de esto, el plus delictual de Gran Bretaña, al señalar el apoderamiento de riqueza en Argentina debido a la Ley de Ferrocarriles garantidos, que permitía, aguamiento de capitales mediante, un mayor robo en Argentina, que brillantemente describiera en “Historia de los Ferrocarriles Argentinos” y su magistral “Política Británica en el Río de la Plata”.
"La instalación en nuestra América, de Bancos extranjeros, o la fusión de los nacionales con extranjeros, es otro vasto escándalo que contribuye a restarnos soberanía”. Estas palabras, expresadas con la realidad chilena a la vista de Edwards Bello, podían llevar la firma de Scalabrini Ortiz, sin cambiar un punto, ni una coma, y los argentinos la entenderíamos como referidas al Banco Central de Sir Otto Niemeyer de 1935.
Continentalismo Boliviano
Toda la descripción de las falencias de Latinoamérica, las reales falencias que resonaron en las palabras del argentino Jorge Abelardo Ramos: “Somos un país porque fracasamos en ser una Nación y somos argentinos porque fracasamos en ser Latinoamericanos”, se desprenden de la misma concepción nacional que expresara Edwards Bello en su propia descripción: "El Sur consiste en diez y ocho Repúblicas, divididas por postes fronterizos, aduanas y murallas chinas de prejuicios. Superiores en riqueza, iguales casi en población a Estados Unidos, son la mano de obra del mundo. Con cien años de vida independiente, neutrales en la guerra, continúan mendigando empréstitos y esperando que la civilización vaya a buscarlas".
"Ausentes del ideal unionista, las Repúblicas dispersas, orgullosas de libertades ficticias, son menos que Egipto y Australia, por la sujeción invencible al organismo centrípeto del Norte”.
 Y la descripción de la personalidad de los ciudadanos triunfadores al decir: "Bolívar es célebre por cuanto tuvo una tarea excepcional y un escenario grandioso para demostrar su genio. Nació en el mayor momento de nuestra América; después el escenario se dividió en pistas sin importancia, perdiendo el Continente su grandeza. Nuestra América fue interesante cuando representó un valor histórico universal, esto fue durante la Conquista, la Colonia y la Independencia, épocas de trascendental importancia. Todo se ha diluido con la separación en Republiquillas, sin influencia en el concierto universal, sin importancia, en un opaco rol de consumidores y mano de obra, ideal e industrialmente a remolque de la civilizaci6n. El rumor solemne de la historia se ha apagado; representamos notas dispersas, sin orden, en la armonía infinita del género humano", constituye el mismo contenido de aquel concepto de Perón: “No puede haber ciudadano triunfante en una Nación derrotada”.
Y de todo ello, no solo la descripción, sino el consejo, la opinión y la bandera de lo que debe ser por que es desde los más remotos tiempos de nuestra historia: “Cuando el Continente iberoamericano, o indo mediterráneo, sea un país solo, cuando hayamos imitado a los yanquis la unión, que es su mayor virtud nacional, entonces valdremos bastante más que ellos”.
Nacionalismo Cultural de Patria Grande
Al igual que Sucre, Moreno, Bolívar, San Martín, OHiggins o Monteagudo, Edwards Bello no piensa en el beneficio propio de una región, sino en el de todos. Si Santander, el gran traidor americano pensaba en mantener unida a Nueva Granada para imponerse a una Venezuela y Ecuador parcelados, en oposición a Bolívar y Sucre, Edwards Bello propone una Unidad para beneficio general en oposición al parcelamiento oligárquico imperial de las “guerritas miserables”.
Expresa su sueño: "Si a caso, por un milagro, consiguiéramos hacer los Estados Unidos de Sudamérica..." en una comparación correcta y autónoma desde lo nuestro, en contraposición al argentino Alberdi o Mitre, con la América del Norte de las 13 colonias: "… son las cualidades del Norte, en mucha parte gracias al testamento de Washington, cumplido a sangre y fuego por Lincoln. Nuestra América no cumplió el de Bolívar, que debiera ser hasta ahora el único programa noble y serio de los estadistas".
Este patriota, que no lo era de “banquete”, es parte de esa lucha y no solo un mero escritor, como lo relata: "El continentalismo… la unión aduanera y monetaria de la parte austral americana, que hemos venido propiciando desde 1920, contiene la fórmula mágica para atraer a nuestro radio de acción a aquellas provincias vinculadas a Chile en la época colonial, a saber: Tucumán, San Juan, San Luis, Mendoza y el territorio de Neuquén. Con la diferencia de que éste neoimperialismo es fraternal y daría tantos frutos a la Argentina como a Chile, por cuanto nuestro progreso sería entonces tan rápido como el de aquella: provincias, actualmente asfixiadas", anticipándose a la que sería a principios del s. XX y principios de este XXI la cuestión esencial, el punto esencial de concepto de guerra cultural indispensable ante la invasión de ideas que no solo nos son extrañas, sino avanzadas de una enemistad que lleva siglos entre americanos y extracontinentales y anglosajones de toda ideología, creencia o política: "¡América es una cuestión de redacción! Solamente de la claridad y la fuerza de las letras saldrá su salud futura”.
Marca a fuego al verdadero enemigo, al que nos impide ser, al más perjudicial, al malinchista de adentro más peligroso que el criminal de afuera:"Nuestra América ha tenido invariablemente la actitud de sometimiento ciego y servil a todo lo europeo. Esperamos los artículos manufacturados, las leyes, las modas, las gentes, con interés patológico. En esta condición de espejo hemos vivido, perdiendo la personalidad y la iniciativa. Por la manía de hacer todo como en Europa, nos ha pasado lo que a esos niñitos acostumbrados a ir de la mano, y que, en cuanto quedan solos, se atolondra y tropiezan".
Sin embargo, ese nacionalismo continental de Nación oprimida, no lo lleva a la enfermiza xenofobia sino a la autovaloración sana de quienes se saben fuertes porque lo son: "Se puede pedir materiales extraños, con la condición de saber fundirlos en las ánforas matrices, a la manera de nuestro Darío, que, a pesar de su afrancesamiento, mostró una lujuriosa luminiscencia, un aroma e vergeles inconfundiblemente de América”. De allí la exacta puntualización de lo que debemos hacer y ser: "El nacionalismo artístico disipará la calígine como un telón que se levanta".

Nacionalismos de “patria chica”

Así Edwards Bello, al hablar de Nacionalismo Continental, deja de lado esos mal llamados “nacionalismos”, que siendo meramente regionales, se constituyen en nacionalismo europeos dependientes, en su génesis y en su contenido. No se encuentran encarnados en el “pueblo” que es el verdadero sustento del legítimo nacionalismo de los pueblos que se liberan. Ese nacionalismo pequeño, y por lo tanto contradictorio con el adjetivo que debe tener todo nacionalismo valioso, el de ser “grande”, forma parte del blanco sobre el que dispara Edwards Bello, aún con sus silencios. Critica a este nacionalismo pequeño, de parientes pobres de la oligarquía y de Europa, cuando critica la carencia de soberanía nacional en lo político tanto como en lo cultural, o el mero cambio de amo cuando se pasa de Gran Bretaña y Francia a los EE.UU. No es nacionalismo lo trasplantado, lo hecho en interés de lo extranacional. Se definen así por su propio peso y verdad, aún el carácter de las guerras que hemos tenido en el continente. Nacionalista Continental fueron la guerra de la Independencia; la guerra contra España de 1868; la de defensa contra la invasión del gral. Pershing y la guerra de Malvinas entre otras. Guerras deleznables fueron la del Pacífico; la del Chaco, la de la Triple Alianza o la del Fútbol de Centroamérica y otros choques menores, que beneficiaron a los “otros”, allende los mares, y nunca a nosotros.

Edwards Bello: Un fantasma que recorre el continente

Constituye así Edwards Bello, una cadena, en la sucesión del oleaje nacional popular que recorre el Continente desde nuestros orígenes. Al primer y segundo oleaje de la “Resistencia militar originaria” y la victoriosa “Revolución de Independencia y Unidad de los Libertadores” del s. XIX, sucedió el tercer movimiento surgido al calor de la guerra de independencia de Cuba, fin y principio de época para Latinoamérica, y al que pertenecieron y en el se reconocieron este insigne chileno, el argentino Manuel Ugarte, el nicaragüense César Augusto Sandino y cuya expresión política más acabada sería en el continente, el general Perón, entre muchos otros.
Esos mojones imprescindibles para la cuarta ola en ciernes, que toma las banderas de todos ellos desechando los últimos “detritus” de la influencia extracontinental y extraregional, es la que constituye un desafío difícil de tolerar para los poderes mundiales que asolan la humanidad.
El Istmo de Panamá ya no es nuestro “Corinto”, sino nuestro centro nacional, porque ya no somos ni indoamericanos; ni hispanoamericanos; ni luso americanos; ni somos la “América para los Americanos” de Monroe, sino Latinoamericanos a secas. Tenemos ideología en la “Carta a los españoles americanos”, en la “Carta de Jamaica”, en el “Plan Revolucionario de Operaciones”, en la “Raza Cósmica” de Vasconcelos, en el “Plan de realización del supremo sueño de Bolívar” de Sandino.
El camino ha tenido muchas estaciones en la marcha: “indoamericano”; “iberoamericano”, etc. Fueron las armas de lucha de un escabroso camino de recuperación de la identidad nacional. Cuando se arribe a la estación de destino, el ser completamente Latinoamericanos, entonces podremos reconocer y homenajear a todos los mojones imprescindibles en la marcha: desde el Tahuantisuyu a la soñada Colombia de Miranda, y nuestros héroes desde Cuahutemozin a Sucre. Allí en ese panteón, sin dudas Joaquín Edwards Bello figurará por derecho propio con su rostro grabado en la Cordillera de los Andes, entre la inmensa lista de constructores de la Patria Grande, y sus monumentos se construirán con las demoliciones de los héroes oligárquicos e imperiales, reflejos de culturas e intereses que nos son ajenos y de ningún valor. Monumentos que todavía no se han construido, porque todos ellos aún cabalgan por América y al decir del nicaragüense Rubén Dario: “Tienen mucho que hacer en América”. Entonces “Nacionalismo Continental” dejará de ser un libro político por excelencia, para ser un dato histórico de investigación, digno de ser leído en todas las escuelas americanas, desde el Río Bravo al Polo Sur. Y los europeos podrán así apreciar, la superioridad cultural de América, no por su descontado logro político-económico, sino como realidad desde los tiempos antiguos, y ser nosotros la ayuda para su liberación de la opresiva cultura idólatra devenida en el imperio totalitario opresor que conocemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario