jueves, 13 de octubre de 2011

En Cultura y en Política

No se trata de cambiar de Collar
Sino de dejar de ser perro


Por Luis Alberto Terroba


Decía don Arturo Jauretche, que cuando muere la zonza vieja, queda la zonzita preñada. Vale la frase para entrar a analizar nuestra Cultura Latinoamericana, donde la “zonza vieja”, la cultura oligárquico-europea, ha muerto hace largo tiempo, pero no ha sido sucedida por la “Cultura Nacional”, sino por la “cultura progresista” de matriz europea, que viene así a constituirse en la “zontita preñada” que los imperios nos instalan dejándola como presente griego.

Si la oligarquía nos hablaba de “héroes” y construía sendos monumentos de bronce generando la convicción de que Bolívar se bañaba a caballo y en uniforme de gala; los progresistas contabilizan el número de amantes del Libertador. Por “derecha” y por “izquierda”, ninguno cuenta las “razones políticas” por las cuales los “boicoteadores del Libertador”, le dejaron volar la Casa Fuerte de Barcelona en 1817, donde se habían acumulado las armas, que le había entregado el gran Petión, para la campaña que se avecinaba, en el proceso básico de unificación de Venezuela.
Cuando esa “alianza” de oligarcas y progresistas no puede resistir el embate de los “incorregibles”, o sea de los que no nos conformamos con la “última palabra” a la moda, oligarcas y progresistas se “unen”  para llegar al “sagrado pacto” de publicar la Carta de Jamaica, como Acta de Nacimiento de la Nación, para “evitar un daño mayor aún. Los oligarcas sosteniendo que los Libertadores son los únicos hacedores de la “Revolución de Independencia” y los progresistas afirmando en la misma “no participó el pueblo”, continúan el ocultamiento por nuevas formas. Para sumar más confusión, se suman las escuelas imperiales de fomento de la división de Latinoamérica, inventando las comunidades originarias, como entidad separada y sin nada que ver en la Revolución de la Independencia. Así se siembra en la bases, se inscribe en nuestra Acta de Nacimiento que somos hijos de la casualidad, sin padres y madres ciertos, sin cultura propia, o al menos con “muchas” culturas todas enfrentadas irreconciliablemente y sin posibilidad de reconocernos como entidad cultural única, sólida, valiosa y fundamento esencial de nuestra nacionalidad. En resumen la máxima aspiración de los imperios centrales: mantener y si es posible aumentar la división de nuestra Nación, elemento esencial como afirmó Perón, para derrotarnos, o sea mantenernos separados, para derrotarnos juntos.

De cómo se nos enseña a desconocernos

Nunca hemos tenido escuelas de enseñanza, sino de desenseñanza, nuestras escuelas de ignorancia. Porque en verdad, toda la estructura se ha empeñado y con éxito, en convertirnos en ignorantes de lo que interesa, para que aprendamos lo que no nos sirve. Porque ¿de que vale saber matemáticas sino sabemos nuestros intereses para aplicarlas correctamente? Aprendimos matemáticas para hacer ganar a las empresas extranjeras, pero nunca para calcular la forma de enriquecernos nosotros. Tenemos los mejores ingenieros para fabricar automotores Ford o Renault o Mercedes Benz, etc. Si hubiéramos aprendido nuestra cultura, o sea la base para cuidar nuestro interés,  hubiéramos fabricado con tecnología nuestra, nuestro propio auto y tal vez le hubiéramos llamado “gaucho deportivo”, “llanero utilitario”, “camiones huaso”, “motos amazona” o “tanques Inti”, como en su momento lo hizo el general Perón con sus aviones “Pulqui” o “tractores Pampa”. La desintegración previa facilitó su derrota, como en el s. XIX la de nuestro Solano López del Paraguay, entre tantos otros, con sus propia siderurgia, su propio papel, con sus paraguayos dueños del Paraguay.
Pero como tomar tales nombres si nos enseñaron hasta en dibujos de historieta las historias de Gilgamesh pero nunca las aventuras de Anacaona. Nos hablan de Rómulo y Remo, pero nunca de Atahualpa. De los caminos romanos pero nunca de los caminos incas. De las tres miserables pirámides de Egipto y nunca de las monumentales pirámides americanas de infinita mayor belleza. Siempre se cuenta la vida de los otros, pero nunca de la vida nuestra. ¿Cómo pedir que se tenga mentalidad de ciudadano en lugar de mentalidad de policía? Así el trabajo se torna más difícil, pero hacerlo hay que hacerlo. Se trata de desaprender lo aprendido para aprender lo que debemos saber.

García del Río. Un gran americano de nuestra cultura

¿Se conoce masivamente quien era García del Río, el inmortal cartagenero? ¿Porque se lo desconoce?
En realidad es un prócer. No hay inconvenientes con eso. García del Río fue el leal ministro y agente de San Martín. Hizo conocer al público británico (en la época que nuestros diplomáticos invadieron Europa, en la época que nos sabíamos ganadores como para que marinos argentinos bombardearan justamente a Europa; San Martín llamara a su banda de amigos “La Lautaro” y Bolívar pensara en enviar una flota a España), la biografía del inmortal correntino del Río de la Plata y Protector del Perú. García del Río reunió materiales para la Biblioteca Pública del Perú, donde acumuló las obras del mexicano Mier; el Censor Americano del guatemalteco Irisarri, ministro de Chile; las obras de Humboldt, el europeo que estudió América porque nada interesante existía en Europa; las obras de Zea, la colección de “El Español constitucional”; la “Biblioteca Americana” de Bello, todo lo cual encaminó a Lima.
García del Río era brillante, sin dudas. Pero tenía malos amigos y peores costumbres, según pensaban los intereses imperiales. Amigo de Monteagudo, San Martín, Bolívar (aunque también disputara con ellos, porque como todos los padres de la Patria, no era borrego de arrear). Eso ya le creaba dificultades. Digamos que García del Río tenía por amigos, a los peores del barrio, desde el punto de vista de oligarcas, españoles, franceses e ingleses. Era Latinoamericano: como tal y por eso, nos resulta tan grato a nosotros.
Tenía por lo tanto, la mala costumbre de hacer propaganda latinoamericana en el corazón de Europa. De publicar junto a la biografía de San Martín, los que se llamarían “Peruvian Pamphlet”, el trabajo revolucionario del gobierno peruano hasta 1822. Y para mejorar su “prestigio” publicó la exposición efectuada por Monteagudo junto a las razones por las que se había designado al Protector con poderes absolutos por decreto del 3 de agosto del 1821, con el Estatuto Provisional hasta que se pudiera restablecer la Constitución del Estado, la supresión de los tributos y servicios personales de la mita y encomiendas para los originarios; la creación de la Biblioteca Nacional y del Colegio Central, conjuntamente con la facilidad para que los extranjeros que quisieran naturalizarse y establecerse en el Perú, con el requisito de aceptar la independencia, fijar su residencia y ejercer una profesión útil, haciendo atractivo para comerciantes e industriales trabajar para el Perú, en lugar de que el Perú trabajara para Europa.
A la amistad de San Martín y los Libertadores, García del Río sumaba la cualidad de escribir excelentemente y además ser sumamente inteligente.
Hasta allí lo podían tolerar, con renuencia, pero tolerar.
Pero había una cualidad que sumada a la inteligencia, le hacía insoportable a sus enemigos y los enemigos de Latinoamérica unificada: era de una integridad excepcional. Eso lo hacia totalmente peligroso para oligarcas, ingleses, franceses y españoles.
Compartía con San Martín el rechazo de los principios abstractos y las magníficas teorías en papel pero inaplicables en Latinoamérica, esas abstracciones a que son tan adeptos los progresistas, Así, era publicista del cuerpo legal que San Martín había dado adaptado a las necesidades de Perú y del Pueblo. Para agravar las cosas, como Bolívar, San Martín, Sucre, Artigas, Manuela Sáenz, consideraba que la Patria, era América.
Hasta allí lo podían detener o asesinar para controlarlo. Pero sumando malas ideas, a García del Río se le ocurrió dirigirse a la juventud americana, manifestando que “tres potencias conformaban al hombre: el corazón, el entendimiento y el cuerpo”, anticipando en muchos años lo que renombrados psicólogos enunciarían sobre fines del s. XIX, porque no solo los Libertadores eran hombres que actuaban según el presente, sino que pensaban para dos siglos venideros, conociendo muy bien sus antecedentes autóctonos, aquellos “indios” a los que Bolívar juró hacerles “todo el bien posible” y reconocido por estos en el magistral discurso de Choquehuanca.
Para agravar su mala fama, García del Río daba importancia al conocimiento histórico y fue el más duro detractor del pasado colonial, según lo reflejara en un artículo de la “Revista del estado anterior y actual de la instrucción pública en la América antes española”.
A García del Río había que ocultarlo. Ciertamente a los jefes les fue peor: antes de ocultarlos los asesinaron.
Así, como maestro en este terreno, sostuvo la verdad. Nuestra historia se puede clasificar en Antigua, Colonial e Independiente, pero jamás puede interesarnos que se divida en antigua, media, moderna y contemporánea. Eso será útil para Europa, no para nosotros. Nuestra historia completa, desde Cuauhtemoc hasta hoy, es de luchas por conquistar la autonomía y nuestro derecho primero a la Unidad, la de Europa es un largo rosario de canalladas: desde la guerra a Yugurta hasta las piras de la inquisición; desde el robo y crimen en América al crimen en China; desde los campos de Stalin a los campos de Hitler, para dar solo unos pequeños ejemplos. La máxima expresión de la cultura europea son la guillotina, lo horca y el garrote vil, sus políticos, sus poetas, sus músicos vivieron del trabajo de sus propios coterráneos y sus casas se construyeron con el barro de sus miserias y la sangre de toda la humanidad. No solo el capitalismo y no solo en su despedida, Europa se cubrirá de barro y sangre de la cabeza a los pies, así nació y vivió. Esa no es nuestra cultura.

¿Cuál es nuestra historia?

¿Cuántas legiones romanas marcharon por América? ¿Cuántas obras construyeron los romanos? ¿Cuántas guerras desarrollaron romanos y germanos en nuestros países? ¿Vivieron asirios y caldeos en Bolivia o en algún país americano? La respuesta a todas esas preguntas y las que se realicen por el estilo, es: Ninguna, no, nada. Sin embargo en nuestras escuelas de párvulos, medias y superiores se enseña sobre Julio César, Vercingetorix, etc. etc. O sea nada sobre los nuestros. Y si no se enseña nada sobre lo nuestro, pues en eso nos dejan. En nada y en la nada.
¿No tendría más importancia acaso aprender cuales eran nuestra civilizaciones originarias, sobre su conflictos, sobre las razones que enfrentaban a Aztecas y aquellos que habían sido sujetados a su dominio militar; aprender las razones que enfrentaron a Atahualpa con Huáscar; conocer en prefundida la cultura de Mapuches que produjo aquel Lautaro cuyas tácticas militares se siguen usando; conocer el valor de aquellos charrúas cuyo valor legendario perdura aún cuando han desaparecido?
¿No es acaso más importante estudiar el período colonial y las luchas en que se vieron inmersos los restos de la resistencia originaria, los conflictos de los “gérmenes” de la nueva raza surgida por el choque producido por la invasión europea con los funcionarios de la ocupación y el acumulado aprendizaje que llevó al salto cualitativo de organización a partir de Condorcanqui? Me parece que las razones del ocultamiento son simples. Ignorarlas es ignorar las razones profundas por las que la invasión europea triunfó, y no solamente por la “superioridad” técnica. Nos daría la explicación de por que culturas superiores fueron derrotadas por culturas inferiores, como los griegos fueron derrotados por los romanos.
¿Por qué estudiar a Carlomagno, origen del deseo de unidad europea y no los trescientos años de colonia que van de 1493 a 1810? ¿Por qué no estudiar los levantamientos de las poblaciones americanas durante los trescientos años de colonia?
La respuesta también es sencilla. El ocultamiento tiende a ocultar más que el hecho en si, la explicación. Estudiar las razones por las que Rumiñahui, Kalcuchima y Khiskhis fueron derrotados, situación que se prolongó a pesar de las muchas batallas, muchas exitosas, pero que culminaron en pérdida de las guerras, nos lleva a estudiar sobre esa base, la independencia. A comprender que el levantamiento de Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru II, fue un salto cualitativo. En ese levantamiento se muestra una nueva forma de lucha. Los originarios solos, fueron derrotados permanentemente. Ahora se integraban los criollos. A tal punto que el primer teórico de la revolución, el peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, se encontraba en París comprando armas para el levantamiento de Condorcanqui. No es casual que su Carta a los españoles americanos, fuera el documento que leyera el general Miranda al desembarcar en Coro en 1806. Todos conocen a Rousseau o Voltaire, los teóricos de la clase media o la burguesía francesa, pero pocos conocen a Vizcardo.
Poner nuestra enseñanza sobre base cultural americana, nos lleva a comprender que nuestras raíces están en Cuauhtemoc, Atahualpa o Lautaro. Que a esa cultura, producto de esa base a la que se sumaron elementos que entre muchos males aportaron algún bien, tenemos derecho todos los latinoamericanos, pues alto fue el precio pagado por todos los que habitaron y habitan su suelo. Y además, que la cultura, la economía, las sociedades europeas no tienen que darnos “donaciones” sino que tienen que pagarnos lo mucho que nos deben. No somos deudores de Europa, sino los principales acreedores, tanto por préstamos realizados, como por los daños y perjuicios que nos han causado.
Pero mal podemos adquirir las fuerzas para exigir, sino no aprendemos la verdad, que además del beneficio en si, nos es favorable.
Originarios fueron nuestros primeros patriotas, hijo de originaria y español fue nuestro primer rebelde, negro fue nuestro primer independentista triunfante; criollo el diseñador de la obra; criollos nuestros generales y políticos victoriosos. La derrota momentánea de todos los comprendidos en los colores de la bandera de Gual y España, es nuestra tragedia y revertirla es nuestro norte. Los rasgos de todos se manifiestan en nuestros rostros y en nuestro carácter. Sus enseñanzas son la base de nuestro aprendizaje. Fuimos victoriosos en la Unión, cuando llegamos a ser lo que somos: Americanos a secas y derrotados en la división, que para nosotros fue un descuartizamiento cultural. No es difícil sacar la conclusión del que debe ser nuestro método. La suma y la multiplicación debe ser nuestra enseñanza, nuestro trabajo y nuestra política, la resta y la división es la política de los imperios.
Nuestra revolución Latinoamericana es principalmente una guerra cultural y como tal se debe reflejar en la unificación de la enseñanza. Nuestra historia para quienes quieran clasificarla es Antigua, Colonial e Independiente, nuestra actualidad es la Unificación. Es la historia de todos nosotros, los latinoamericanos. No nos sirven los métodos ajenos a nuestra Cultura. Nuestro método fue sintetizado por nuestro gran maestro: Inventar o Errar, aunque para nosotros ya no se trata solo de eso. Los independentistas desde 1493 a 1830 ya lo inventaron. Se trata de aprender y aplicar, para construir la obra que fue truncada por ingleses, franceses, españoles y oligarcas en la fría mañana del 4 de junio de 1830 en las montañas de Berruecos.
La Patria Grande tiene una Cultura Común, que nació y se desarrolló dentro de América. Sobre esa base se debe desarrollar la educación común y ese trabajo no solo es de los gobiernos, sino en primer lugar del dueño de Latinoamérica: su Pueblo


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